Mujer y Adicción: una mirada desde la práctica clínica

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Mujer y Adicción: una mirada desde la práctica clínica

Es un hecho que ningun hombre ni ninguna mujer deciden deliberadamente ser adictos, nadie elige conscientemente hacerse prisionero de una sustancia. La adicción es el final de un camino, en el que el consumo de drogas, legales e ilegales, comienza a utilizarse como un elemento subjetivamente facilitador de la vida.

Sin embargo, a lo largo del proceso, este supuesto bastón termina transformándose, para muchas personas, en el garrote vil que acaba progresivamente con todo lo que toca: el amor hacia uno mismo, la salud, la alegría, las relaciones familiares, la red social, el trabajo, la capacidad de disfrutar, la esperanza de futuro, etc…

En el caso de las mujeres adultas con problemas adictivos, a la percepción de fracaso en el ámbito personal, familiar y social, se une el temor y/o la vivencia de la estigmatización a la que se ven sometidas por su incumplimiento de los estereotipos culturales de género: “ser madre, hija y esposa ejemplar”. Este “reproche social” internalizado, es una de las causas por las que las mujeres tienden a vivir de forma oculta su adicción, negar su existencia y dilatar su petición de ayuda.

A todo lo anterior, se suman las dificultades de acceso al tratamiento ligadas a las cargas familiares, sobre todo en familias monoparentales con hijos menores a cargo. Sin embargo, en los últimos años se ha venido observando un aumento de la demanda de tratamiento por parte de la población femenina, dato que se recoge en el “Informe sobre las perspectivas de futuro en el abordaje de las actuales y nuevas adicciones”, elaborado el 24 de marzo de 2014 tras la ponencia creada en la Comisión Mixta de las Cortes Generales para el estudio del problema de las drogas.

En el Centro de Atención Ambulatoria de Centro Español de Solidaridad-Proyecto Hombre Madrid las mujeres representan a día de hoy el 29,68% de la población atendida, siendo el alcohol y los psicofármacos, las sustancias de principal consumo en el 59,8% de las mismas; porcentaje coincidente prácticamente con aquellas que desarrollan la conducta adictiva en edad adulta.

No es por tanto poco significativo el volumen de mujeres consumidoras de sustancias psicoactivas, lo que nos lleva a reflexionar, no tanto sobre qué consumen, sino para qué consumen las mujeres y qué elementos diferenciadores se ponen de manifiesto frente al consumo de la población masculina.

Más allá de las incuestionables particularidades de cada persona, y de lo que los datos estadísticos arrojan, en la experiencia clínica observamos que, mayoritariamente, la finalidad instrumental del consumo en las mujeres es evadirse de problemas relacionados con acontecimientos vitales estresantes (pérdidas significativas, vivencias de maltrato/abuso) o rupturas emocionales, con la sobrecarga física y emocional derivada del trabajo dentro y fuera del hogar, la ausencia de espacios para el desarrollo personal y la inexistencia de una red social contenedora.

El consumo de drogas ilegales, pero sobre todo legales, acaba por convertirse en automedicación para paliar una sintomatología ansioso-depresiva. De ahí que no sea sorprendente que el inicio en el consumo sea generalmente más tardío que en los hombres, cuyo inicio temprano suele estar más ligado a la mejora de la sociabilidad,  y que también haya una mayor prevalencia de trastornos psiquiátricos, tanto previos al consumo como asociados al mismo.

Otro dato, significativo y diferenciador, es la alta incidencia de malos tratos en las relaciones de pareja de mujeres con conductas adictivas. Este elemento agrava la invisibilidad del problema, por su interpretación de que ellas son las culpables de dicha situación, y dificulta la incorporación de las mismas a los tratamientos.

El trabajo día a día con las mujeres en el Centro de Atención Ambulatoria nos enseña que, más allá de los datos epidemiológicos, la comprensión de los contextos relacionales en los que la mujer usa y abusa de las sustancias adictivas, así como las circunstancias vitales en los que el consumo tiene lugar, son las claves que nos ayudan a ajustar los tratamientos a las características de la población femenina.

“En el caso de las mujeres adultas con problemas adictivos, se suman las dificultades de acceso al tratamiento ligadas a las cargas familiares, sobre todo en familias monoparentales con hijos menores a cargo”.

Fuente: Revista PROYECTO. Artículo de Arantza Yubero Fernández – Psicóloga Sanitaria – Centro de Atención Ambulatoria – Proyecto Hombre Madrid

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