Prevención: Empoderamiento de padres y madres

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Prevención: Empoderamiento de padres y madres

“Los adolescentes no son un problema, tú lo tienes si no les comprendes”.

El reto que el psicólogo Jaume Funes lanza a familias y educadores – ponerse en los zapatos de los adolescentes – es clave para educar en la responsabilidad. A menudo, a los medios de comunicación nos llega una visión problematizada de esta etapa vital, que en realidad las familias deberían vivir como apasionante. Es tiempo de experimentación. Un momento difícil, pero enriquecedor si les escucháramos más y recrimináramos menos.

El excesivo celo con el que algunos educadores y psicólogos nos advierten de los peligros a los que se enfrentan los adolescentes, magnificados cuando llegan a las páginas de un diario, la radio o la televisión, puede acabar desvirtuando los fenómenos. En cambio, se invisibilizan valores que tienen los jóvenes y pasan inadvertidos. Diversos estudios revelan que los adolescentes son más rápidos, más listos y más solidarios que nosotros.

A menudo, en lugar de sacarle partido a sus habilidades, redundamos en comportamientos que no son mayoritarios, aunque sí muy preocupantes. No negaré que advertir a la sociedad sobre esos comportamientos problemáticos es fundamental, y para eso la prensa puede ser un aliado muy útil, pero medir bien los mensajes es imprescindible.

Es una ley básica de la comunicación que informar a un grupo heterogéneo de personas sobre fenómenos complejos obliga a elaborar mensajes sencillos para su comprensión y eso puede comportar también un efecto magnificador. Ese reflejo indeseado debería medirse, no solamente por parte de los periodistas, también los profesionales deberían tenerlo en cuenta. Por ejemplo, cuando reflejan una imagen excesivamente lúdica y despreocupada, que muestra el placer como único valor juvenil, coloca a los adolescentes al borde de una profecía autocumplida.

Otro tanto sucede con el comportamiento de las familias. ¿Cuántas veces hemos escuchado que los excesos juveniles se deben a una actitud demasiado permisiva de los padres y madres, que no saben imponer límites ni normas? Como a la hora de juzgar a los menores, no es justo medir a todas las familias por el mismo rasero. En todo caso, no es útil regañarles, cuando debería aprovecharse el tiempo de antena o la página de diario para ofrecer a las padres pautas que pueden ayudarles a hacerlo mejor.

No soy ingenua y como periodista sé que resulta mucho más fácil conseguir cobertura informativa de comas etílicos o excesos en la red que para abordar situaciones de la vida cotidiana.

Conscientes de esto, deberíamos intentar que, al transmitir un fenómeno preocupante, se pueda aprovechar para ofrecer pistas que resulten útiles a padres y madres. Hay familias que ante la magnitud de los peligros a los que se enfrentan los adolescentes (de los que toman conciencia a través de la prensa) y frente a la escasa confianza en sus capacidades para evitar que caigan en comportamientos de riesgo, proyectan su responsabilidad en otros: en la escuela, en las administraciones y en los psicólogos, a los que atribuyen la capacidad de resolver sus problemas personales. Dejan de implicarse por falta de confianza en sí mismos.

Por otra parte, ¿cómo creen que puede reaccionar un adolescente, en esa etapa de tira y afloja con la autoridad paterna, cuando le estamos diciendo que su familia no sabe, no puede o huye del conflicto por desgaste? Los padres no pueden hacer “zapping” cuando se enfrentan a primeras salidas con los amigos, ante un nuevo videojuego o ese móvil del que han perdido el control.

Por eso los cursos para familias como “Juego de Llaves” de Proyecto Hombre son importantísimos. Pero puestos a lanzar retos, los profesionales en prevención podían aprovechar cuando se asoman a los medios de comunicación para exponer situaciones concretas. Por ejemplo, cómo manejar el conflicto en clave de oportunidad y explicar que, por agotador que resulte, negociar es ganar.

Los hijos ya saben (nos lo han explicado significativamente en encuestas), que sus padres son imperfectos y como tales los aceptan. Pero también confiesan que la familia es un valor refugio, incluso por delante de los amigos. Ese es un mensaje importante que transmitir: Los adolescentes, a la familia le piden cariño, respeto y comprensión. Saber que sus padres siempre van a estar ahí en los malos momentos les aporta seguridad.

Si me permiten un guiño, les diría que incluso Homer Simpson podría estar en el AMPA del colegio. La serie de los Simpson, que nació en 1989 en Estados Unidos de la mano de Matt Groening (filósofo de formación), para hacer una crítica en tono satírico de las disfunciones de la familia norteamericana tradicional, se ha convertido en todo un referente a nivel internacional.

Con los años, sus guionistas han ido incorporando valores sociales a sus personajes. Desde la ironía y la exageración, sirven de ejemplo, incluso cuando muestran lo que no se debería hacer. Cada capítulo está elaborado de manera que se pueden interpretar mensajes diferentes según la persona. Adultos o niños, intelectuales o pueblerinos, pueden decodificar los mensajes en función de su propia experiencia.

Hasta tal punto se han implicado los guionistas en contenidos normalizadores que la Universidad de Berkeley tiene un master con los Simpson como protagonistas. El libro “Los Simpson y la filosofía” asocia a cada personaje con un filósofo de referencia. Incluso los sonidos del silencio de Maggie y su chupete se interpretan en clave de Sartre o Wittgenstein. En los Simpson, a pesar de que Homer es un egoísta, glotón, estúpido padre de familia de clase media, el amor que siente por su familia supera a sus defectos.

La serie muestra una familia feliz, porque se quieren, se aceptan cada uno de los miembros tal como es y “hacen piña” cuando padres o hijos tienen un problema. Si Homer y March Simpson lo han conseguido ¿Qué familia de media española no lo puede hacer mejor? “No hay peor error que no intentarlo”. Desde mi punto de vista, ese es el mensaje que deberíamos transmitir a padres y madres.

FUENTE: BEGOÑA DEL PUEYO PERIODISTA – REVISTA PROYECTO Nº94

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